jueves, 5 de junio de 2008

Mr. * ***

Parece que de nuevo vuelve a haber novedades en el blog
Parece que suben las temperaturas...
Ahora todos cambiarán la terraza por la cocina y el microondas y yo nos enteraremos de menos cosas.

Si, yo también estoy en la cocina. Paso un poco desapercibido y eso que soy más alto y buen mozo.
Pero también soy más viejo, mucho más viejo- al menos como “invento”-, y menos novedoso.

Mantengo la cabeza fría las 24 horas del día. También los alimentos. A veces me quedo helado. El mundo cada vez más loco.

La gente se asoma y yo puedo verles las caras.
Caras de sueño, caras de hambre, de nervios, de... “a por qué venía yo?”, caras conocidas y nuevas caras.

Mi interior es una caja de sorpresas: zumos, fiambres envasados, carretes polaroid, tuppers con comida hecha con amor, con prisa, comida de la suegra... Latas abiertas o esperando a que las abran, una botella olvidada de aguardiente de te de algún regalo de aquellos cumpleaños que se celebraban en la cocina por todo lo alto!,... queso, guindas, licor de café de la hermana de Julia, -estrella de las sobremesas-, y la sección de “caducados” entre los que siempre hay algo de fruta que alguien dejó para mañana... (ay, Conchi cómo te echo de menos).

Hubo un tiempo en el que tuve cosas de lo más auténticas y exóticas; botes de anchoas de Santoña de elaboración casera, bombones de especias, naranjas que llegaron a través de internet directamente de la huerta valenciana, tiras de pescado seco de Japón que olía a rayos pero que a Christian le encantaban, membrillo casero de la madre de Noa, una lata de caviar ruso que tuvo a bien caducarse en mi interior (descanse en paz, el caviar digo, porque la culpable seguro que aún no lo hace...), tomates de la huerta de Magoga, grandes vinos y quesos de lo mejor del planeta: tetilla, idiazabal, torta del casar, queso feta turco comprado en Berlín...

Sí, la gente cuando viaja siempre trae cosas ricas.

Algunas no necesitan frío y las dejan afuera, como las especias de Turquía que trajo Noa, o los mantecados del pueblo de Bustar, el te que trajo Rocío de su viaje por China y Mongolia, los miguelitos de La Roda que compraba Fernando, o unos dulces empalagosos y de colorines que trajo Arantxa de Tailandia - o eran de Uzbekistán?-, los caramelos-ladrillo con los que vino cargado Gonzalo de Zaragoza, los alfajores que trajo Pablo de Argentina...

Y las vacaciones a la vuelta de la esquina

Me encanta que la gente viaje.
Me encanta que traiga cosas para compartir con los compañeros.

A mi por ejemplo, me traen imanes para decorar mis puertas.
Supongo que esa es una de las ventajas de ser frigorífico y no microondas.

Mr. * ***

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